Cuando un niño aprende a leer sus propias emociones y las de quienes lo rodean, abre la puerta a convivir mejor, aprender con mayor motivación y proteger su salud mental a lo largo de la vida. A eso llamamos educación socio-emocional (ESE): el proceso mediante el cual niñas, niños y adolescentes desarrollan habilidades para reconocerse, autorregularse, cooperar, sentir empatía y tomar decisiones responsables.
¿Por qué importa hoy más que nunca?
En Colombia, la Encuesta Nacional de Salud Mental (2022) reveló que 1 de cada 4 adolescentes reporta síntomas de ansiedad. Sumemos la violencia intrafamiliar, la brecha digital y los rezagos del confinamiento: reforzar la ESE ya no es opcional, es un factor de protección. Programas internacionales como CASEL muestran que el alumnado que recibe entrenamiento socio-emocional mejora un 11 % su rendimiento académico y reduce conductas de riesgo.
Cinco competencias para cultivar
- Autoconciencia
Reconocer emociones, valores y fortalezas.
Ejemplo práctico: diarios de gratitud o “semáforos de emociones” (rojo = muy intenso ; amarillo = moderado ; verde = calmado). - Autorregulación
Manejar impulsos, tolerar la frustración y fijar metas.
Estrategia: respiración diafragmática de 3 × 3 × 3 (inhalar 3 s, sostener 3 s, exhalar 3 s). - Conciencia social
Empatía, respeto por la diversidad y sentido de justicia.
Actividad: lectura de cuentos con personajes que superan prejuicios y posterior diálogo guiado. - Habilidades relacionales
Escucha activa, comunicación asertiva y cooperación.
Herramienta: tablero de “palabras puente” (por favor, gracias, entiendo tu punto) visible en clase o en casa. - Toma de decisiones responsable
Evaluar consecuencias, elegir conductas éticas y seguras.
Práctica: círculos de diálogo donde los niños proponen soluciones a problemas cotidianos (basura, turnos en el juego, etc.).
El rol de cada actor
- Familias: el modelado es clave. Mostrar cómo gestionamos nuestro propio enojo o celebramos logros manda mensajes más fuertes que cualquier charla.
- Docentes y cuidadores: integrar la ESE al currículo, no como asignatura aparte sino a través de proyectos, arte y aprendizaje cooperativo.
- Comunidad: bibliotecas, clubes deportivos e instituciones como la Fundación Amparo de Niños Juan XXIII pueden crear entornos seguros y afectivos donde practicar estas competencias.
- Política pública: los proyectos de ley de “Escuela Total” que discute el Congreso apuntan a que la formación socio-emocional sea obligatoria desde preescolar hasta grado 11, con indicadores de seguimiento y recursos para formación docente.
Estrategias que aplicamos en Amparo Juan XXIII
- Ludoteca Móvil: estaciones de juego simbólico y cooperativo donde los menores exploran emociones mediante títeres, música y arte.
- Rutinas de Mindfulness: antes de cada actividad, tres minutos de respiración consciente para aterrizar la atención.
- Diálogos de Paz: círculos restaurativos para resolver conflictos, guiados por psicólogos y voluntarios.
- Escuela para Familias: talleres mensuales sobre crianza respetuosa, regulación emocional y uso seguro de pantallas.
- Mentoría Adolescente: jóvenes mayores de la fundación acompañan a los más pequeños, reforzando autoestima y sentido de pertenencia.
Estas iniciativas han reducido en 27 % los reportes internos de conductas agresivas y aumentado en 40 % la asistencia regular a actividades académicas.
Cómo empezar en casa o en el aula
- Preguntas poderosas al cierre del día
- ¿Qué emoción sentiste con más fuerza hoy?
- ¿Qué hiciste que te hizo sentir orgulloso?
- ¿Qué podrías hacer mañana de forma diferente?
- Botellas de la calma
Llenar una botella transparente con agua y purpurina o escarcha; agitarla cuando haya tensión. Observar cómo las partículas caen simboliza el proceso de tranquilizarse. - Tablero de acuerdos
Construyan juntos 5 reglas positivas (“Cuidamos nuestras palabras”) y fíjenlas en un lugar visible. - Tarjetas de empatía
Repartan tarjetas que digan “Te escucho”, “¿Cómo puedo ayudar?”. Los niños las entregan a un compañero cuando notan que lo necesita.
Invitación final
Educar las emociones no requiere grandes inversiones, sino constancia y un entorno que valore la expresión afectiva. Cada conversación, cada historia compartida y cada respiración profunda son ladrillos de un edificio de bienestar que acompaña al niño hasta la adultez.
Únete! Si deseas capacitarte, ser voluntario o apoyar económicamente nuestros programas de educación socio-emocional, visita www.amparojuan23.org/quiero-ayudar o contáctanos en redes sociales. Juntos podemos lograr que cada niña, niño y adolescente crezca con las herramientas internas necesarias para construir un futuro más pacífico y solidario.